La vida sin amor no tiene sentido

miércoles, 3 de marzo de 2010

Los iconos de los 20 años aprendiendo a mirar (1965-1984)























(Conversación con Pablo Pérez-Mínguez. Madrid, noviembre 1983)


PABLO PÉREZ-MÍNGUEZ: ¿En qué año tuviste el accidente?
LUIS PÉREZ-MÏNGUEZ: Fue en el 64. ¿O fue en el 65? ¿Cuándo fue?

P.P.M: ¿No sabes, de verdad, cuándo te pegaste el golpe?
L.P.M: Si, fue en el 65, el 17 de julio de 1965. Estaba a punto de cumplir 15 años.

P.P.M: Y antes, ¿qué hacías?
L.P.M: Era muy deportista. Jugaba al balonmano y hacía atletismo en el colegio, fondo y salto de altura. Si no llegar a ser por lo fuerte que me encontraba me hubiese costado mucho más salir adelante físicamente.

P.P.M: ¿Cuál fue el motivo del accidente?
L.P.M: Una fotografía.

P.P.M: ¿Cómo?
L.P.M: Fue el 17 de julio de 1965 en una playa del sur de Francia, al pedir que me hiciecen una fotografía cuando me tiraba de cabeza al mar. La única pega que hubo es que sólo había medio metro de agua y en el fondo me esperaba una roca en donde, por el impacto, me rompí las vértebras cervicales y se me comprimió la médula. Accidente mortal de necesidad. ¡La risa!

P.P.M: ¿Qué pasó después?
L.P.M: En los comienzos empecé contigo. Después dejé pasar unos años, justo cuando tu estabas en pleno aprendizaje dentro de la fotografía y yo, mientras, alucinaba viendo como se oscurecía un papel en el laboratorio y como se esmaltaba contra un cristal de la ventana de la habitación. Entonces me dije: “Voy a ver si soy capaz de hacer algo en esta aventura”.

P.P.M: Después de recuperarte, ¿cuáles son las primeras fotos qué haces?
L.P.M: Hubo un paréntesis de un año de reposo y meditación. Las primeras fotos que hago son fotos-recuerdo. En aquella época no podía salir de excursión ni hacer nada con nadie, si no iba acompañado de mi maquina. Recuerdo que pensaba: “ Si no llevo la maquina no me compensa. No disfruto. Voy a estar viendo cosas y luego me voy a olvidar de ellas. No voy a recordar todo eso que he vivido”. No me lo planteaba en plan artístico sino simplemente para conservar recuerdos y vivencias.

P.P.M: Estamos en el año 1967-68. Me interesa personalmente que me cuentes cuál era la relación que tenías conmigo.
L.P.M: básicamente era un ejercicio. Yo, en esas excursiones que hacíamos juntos a El Escorial o a la Casa de Campo (Madrid), me planteaba la fotografía como un juego en colaboración con otra persona. Creábamos una atmósfera en la que todos hacíamos cosas. Me divertía mucho más así y desde luego me servía como un aliciente enorme a nivel de formación y de aprendizaje.

P.P.M: ¿En qué diferencias lo artístico del recuerdo?
L.P.M: En aquel momento no valoraba el recuerdo como arte, como expresión artística. Hubo un momento especial a la vuelta de un viaje a Paris contigo.

P.P.M: El año 1972.
L.P.M: Bajando por la autopista, por Francia, llegamos al mar. Allí surgieron las dos series que para mi significaron el comienzo de sentir que lo que allí estaba sucediendo era mucho más importante que lo que hasta entonces me había ocurrido. Comencé a sentir lo que podía ser una cosa creativa y el comunicarme a través de la imagen. De estas series surgió, dos años más tarde, la base de un trabajo que hice con el nombre “Oda a mi Madre”. En esa partida de mi vida hacia el terreno de lo artístico, quería yo verme reflejado dentro del montaje y seleccioné gran número de fotografías mías, en las que aparecía junto al mar.

P.P.M: ¿Y cuál fue tu primera exposición de esa serie para “ser famoso”?
L.P.M: Había participado en alguna exposición colectiva, pero mi primera aparición importante fue en la colectiva inaugural de la galería Buades, en donde presenté el montaje de las fotos que me habían hecho junto al mar, del que antes hablamos: “Oda a mi madre”. A esa época pertenecen dos exposiciones colectivas que realizamos el grupo Madrid/Buades/Aguirre/Bonet en la galería Amadís, “La casa y el jardín” en 1973 y “La casa que me gustaría tener”, en 1974.

P.P.M: Tus fotos, éstas que presentas, están enmarcadas del negativo o son la imagen del negativo completo.
L.P.M: Quizás alguna está cortada, pero muy pocas. La mayoría corresponden a la totalidad del negativo.

P.P.M. ¿Por qué te gusta fotografiarte a ti mismo?
L.P.M: Aparte del elevado grado de narcisismo que tengo, me gusta verme reflejado en mi propia obra, y a la vez hacer participar también a mis amigos. Forma parte de los juegos que propongo.

P.P.M: ¿Cómo fue eso de que querías ser famoso?
L.P.M: Fue en el 74. En la movida de las 9 exposiciones. Creía que la meta de la vida era ser famoso. Al cabo de un año me di cuenta de la tontería que era y corté con las exposiciones. Estuve siete años sin exponer hasta la exposición de dibujos, que supuso mi segunda salida pública.

P.P.M: ¿Y cambiaste tu carrera por La fotografía?
L.P.M: En cierta manera sí. Fue una decisión muy arriesgada. Quería cambiar de rollo, porque me daba cuenta que no podía hacer las dos cosas: estudiar y vivir. Entonces me fui de casa y dejé de recibir un solo duro. Mi madre era para eso muy tajante. Ahora es cuando más se lo agradezco. Empecé mis contactos con el mundo del arte (en el año 69), conocí a gente como Gordillo y Guillermo Pérez Villalta. Me fijaba mucho en ellos y me aportaban muchas cosas. Por ejemplo, de Luis Gordillo aprendí todo el sarcasmo de la vida. De mis conversaciones con él salió la serie de retratos sarcásticos, con guiños y caras desfiguradas o cómicas. Con Guillermo compartiría etapas muy distintas de mi vida.

P.P.M: ¿Qué es para ti la creatividad?
L.P.M: Para mí la creatividad es vital para la existencia, es como una fuga. La necesito para vivir, para respirar. Es una constante para recordarme que me compensa seguir viviendo. Es el “orgasmo mental” de cuando estoy concentrado para hacer el retrato de una persona, o la interpretación de un paisaje, etc.

P.P.M: Nuestro primo Rafael Pérez-Mínguez estuvo viviendo contigo una temporada. ¿qué tal fue esa experiencia?
L.P.M: Eran tiempos difíciles para mi, por el año 1975. Vivíamos transmitiéndonos continuamente grandes dosis de nuestro propio sufrimiento. Mantenía con él unas relaciones muy cordiales e incluso trascendentales en algunos momentos. Para mí él era y es un genio desperdiciado, perdido en la historia del arte español. Un genio frustrado cuya genialidad consistía en adelantarse no sólo en teoría sino en la práctica: dibujos, pinturas, fotografía, vida, actuaciones, escritos, etc.

P.P.M: ¿Qué es lo más artístico de la fotografía para ti?
L.P.M: Lo más artístico de la fotografía es el lenguaje tan directo e instantáneo que se consigue. El poder dejar grabadas instantáneamente las imágenes que vamos viendo y seleccionando.

P.P.M: Defínete técnicamente.
L.P.M: Ese es un problema que nunca me ha preocupado. La técnica me ha ido viniendo según la he ido necesitando. Nunca he abusado de ella. Siempre he ofrecido mis imágenes con la misma manipulación y sin ningún tipo de transformación de la imagen, sin montajes ni nada. Nunca me ha interesado que la fotografía tenga un acabado absolutamente perfecto.

P.P.M: Si tuvieses que hacer una definición de Luis Pérez-Mínguez como fotógrafo, ¿cómo le definirías?
L.P.M: Es muy difícil porque en estos veinte años he pasado por épocas muy diferentes. En cada momento he vibrado de una manera distinta. No soy capaz de definirme como fotógrafo, lo que si sé es que he utilizado la fotografía para definirme a mismo.

P.P.M: ¿Y cómo te definirías como artista, como hombre sensible de cultura?
L.P.M: Par mi la vida ha sido un puro aprendizaje. Desde hace 9 o 10 años estoy dibujando y pintando, pero de una forma intima y “amateur”. Más que estudiar, lo que a mi me interesa es ver. También he escrito algo de poesía cuando lo he necesitado (fue en el estudio de Julio). Pero si hubiera que resumir diría que en cada terreno he sido un auténtico autodidacta. No tengo una gran educación intelectual de lectura, de estar al día siguiendo textos. Me informo más por la imagen, la conversación y el dialogo.

P.P.M: Dentro de tu mundo, ¿qué es lo que más te interesa?
L.P.M: Lo que más me interesa es la visualización de las cosas cotidianas y lo que más me gusta es reflejar la realidad que vivo. Me interesa la pintura y la escultura realistas, y desde luego el cine. Creo que mi futuro lo veo encaminado hacia el mundo del cine, me interesa muchísimo. Además creo que parte de mi obra está pidiendo a gritos más acción, más movimiento.

P.P.M: ¿Cuáles son los cimientos de tus trabajos, de tu teoría artística?
L.P.M: También es difícil de contestar. Pero si puedo hablarte que mi trayectoria inicial parte de cierta idea de sufrimiento: una gran devoción a querer recordar mi vida recién recuperada, después de mi accidente. Después, en cada etapa he sentido y necesitado motivaciones diferentes: el desnudo en la adolescencia como homenaje a mi juventud partida y, sobre todas las motivaciones, mi vinculación a mis amigos, a todas las personas que han tenido y tienen importancia en mi vida.

P.P.M: ¿Qué te preocupa o importa más, divertirte cuando haces la foto, en su proceso, o al ver el resultado exacto de lo que quieres?
L.P.M: también he variado a lo largo de mi vida. Cada vez me aburre más el tener que llevar a la realidad lo que he pensado. Al principio, en cambio, la inquietud por ver la obra hecha era total.

P.P.M: En tus comienzos ¿hacías color o blanco y negro?
L.P.M. Excepto pequeñas excepciones todo lo hacía en blanco y negro.

P.P.M: Has hablado varias veces de Riahuelas ¿qué clase de misterio guarda ese pueblo de Segovia en tu vida?
L.P.M: Riahuelas para mi ha sido, desde hace ya 12 años largos (lo sigue siendo a la fecha actual), el refugio de mis penas. En Riahuelas he aprendido a valorar el silencio, la tranquilidad, el respirar sin angustias, el gritar sin ser oído. Allí he aprendido a querer cosas insignificantes y a amar la vida. Y es allí únicamente donde puedo conseguir el estado de concentración necesario para ponerme a dibujar y a pintar.

P.P.M: En tus textos hablas a menudo de juegos. ¿Qué es para ti el juego?
L.P.M: Para mí, desde que soy consciente de que vivo, el juego ha sido una constante en mi vida. El hecho de seguir luchando por vivir después de mi accidente fue un juego más: afrontar una realidad y luchar por mi supervivencia. A los 10 años, en un estudio sobre mi carácter que me hicieron en el colegio, decían: “chico inquieto y simpático, juguetón y charlatán. Una clase en la que resista veinte minutos trabajando es ya un éxito. Excelente persona incapaz de hacer daño a nadie, sin embargo es capaz de divertirse a costa de todos”.

P.P.M. ¿Y tú te diviertes?
L.P.M: Al menos lo intento.

P.P.M: En qué momento te diviertes más del proceso fotográfico, ¿en la toma o el revelado y positivado?
L.P.M: En dicho proceso yo veo cuatro momentos distintos. Dos ascendentes y dos descendentes que van intercalándose. El primero es el ascendente, cuando concibo la idea del proyecto que me interesa hacer, el segundo descendente, cuando encajo el proyecto con la realidad y me doy cuenta que las cosas no son tan fáciles como parecían; el tercero, ascendente, cuando lo llevo a la acción, que es cuando más me divierto y cuando verdaderamente me trasformo, y, por fin, el cuarto, cuando lo tengo que llevar a la practica exacta y técnica: positivado, acabado y presentación. La obra ya está hecha y el aliciente es menor. Este último momento, por ser el último, es el más difícil de superar. Hay obras, como los primeros 365 días de mi primer hijo, que estaban completamente realizados desde hacía 5 años, pero es para esta exposición cuando lo he acabado en su plenitud.

P.P.M: ¿Cómo logras hacer compatible en tu vida tus trabajos fotográficos rentables y los que no lo son?
L.P.M: En este punto he tenido mucha suerte, porque nunca me he planteado la fotografía de una forma estrictamente profesional. Siempre he buscado que el trabajo que me diese de comer fuera iniciativa mía, que no me llegue nunca a aburrir. Lo más importante es que tu trabajo sea remunerado sin que te impongan obsesivamente lo que debes hacer.

P.P.M: ¿Qué tipo de fotografía no te gusta?
L.P.M: Nunca me ha gustado la fotografía artificial, la trucada, montada, cambiada de color. En cuanto empieza la transformación de la imagen fotográfica, esta me deja de interesar bastante. No es que no me guste verla, pero no me interesa hacerla.

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